Friday, August 14, 2009

Transformación

“La única transformación que me interesa es la transformación absoluta; aunque sea minúscula. Quiero que el encuentro con una persona o una obra de arte cambie todo.”

Estimado Santiago,
Un silencio ya casi celebrado se ha tomado el espacio que existe entre nosotros, y fundamentalmente el mundo no es sino ese espacio que existe entre los seres humanos –por eso esta idea tan popular entre los politólogos que el discurso es en si mismo el concepto de “acción” en la vida pública, la falta de (un) espacio público es precisamente lo que destruye el mundo humano –como en los movimientos totalitarios. El silencio entre personas afines es un síntoma si no de desprecio, de pena, o de una pena despreciable: la empatía de los escépticos. No tomaré el riesgo de escribir una apología de este silencio, esto sería algo bastante ridículo en mi posición; tampoco imputaré una acusación. ya que esto solo pondría en evidencia mi ignorancia, y aunque es de esta manera que se juzgan casi inequívocamente los objetos del mundo, no asumiré una posición en la que por necesidad tendría que abandonar la comunidad de pecadores, “la impaciencia es el peor de todos los pecados, incluso peor que la soberbia ”. Los textos apologéticos al estilo de Sócrates me producen una cierta desconfianza; es esa clase de enseñanza con carácter universal que se imparte a las masas ignorantes con un método ya familiar –descartar imposibilidades lógicas en un argumento racional con el fin de llegar a la verdad, incluso de modo ambiguo. Y en el gremio de los pecadores y las acusaciones me siento incluso menos cómodo, pues el único recurso estilístico disponible son las confesiones, y “toda confesión de amor es una traición ”. Si pudiera escribir bien, lo haría al estilo de Lessing y Montaigne; mi texto sería una polifonía como en una obra de teatro o una narrativa bíblica, un único personaje se desglosa en distintas máscaras pero conservando la misma voz, “para Walter Benjamin, la verdad es un fenómeno enteramente acústico, por eso para él, Adán y no Platón fue el primer filósofo” y dejando suficiente espacio libre para comentario. Lo peculiar de este lugar común no es la exposición sistemática de un tema difícil sino que algo filosóficamente interesante está “sucediendo” allí, que bien puede llevar a la anhelada suspensión del juicio, o puede bien no lograrlo –esta tarea no corresponde al escritor sino al intérprete . “No es la verdad que alguien posee o cree poseer, sino el esfuerzo honesto que ha hecho para llegar a la verdad, su búsqueda, lo que hace que sus facultades se amplíen, y es únicamente en esto que consiste la perfección. La posesión nos vuelve pasivos, perezosos y arrogantes. ” Aquí también hay un instinto narcisista de por medio, pues aunque todos los trabajos sean actos de empatía, la necesidad de conservarlos muy a pesar de la existencia de un destinatario real, nos informa sutilmente que la empatía se dirige a nosotros mismos también, ya sea a manera de consolación o de reconciliación con la historia misma que uno está contando, “todas las penas se pueden sobrellevar si uno las coloca en una historia o cuenta una historia acerca de ellas ”.
Hace poco escuché una pieza musical que me llevó a materializar las cosas que había pensado en el transcurso de las últimas semanas, pero imposibilitado para llegar a cosas concretas, “Solo me doy cuenta que el pasado es hermoso porque uno nunca es consciente de una emoción en el momento en que sucede. Ésta se expande después, y por consiguiente no tenemos emociones completas acerca del presente, sino únicamente acerca del pasado” ; esta pieza era una composición de Wojciech Kilar titulada “Love Remembered” (1.992), en ella se materializaba el presente incluso en contra de todas las prohibiciones, especialmente contra el hecho de que el amor como un sentimiento ajeno al mundo pero socializador por excelencia destruye sin piedad la continuidad del presente, y el rehusarse a destruir el presente es fundamentalmente elegir en su lugar la destrucción de la personalidad objetiva; en este proceso el ser humano se entrega al olvido de si mismo dentro de los vastos campos de la memoria en función del recuerdo. Y esto es ya en si una paradoja dentro de la composición, pues el amor es siempre un recuerdo y una referencia inmediata –“Hegel determina el ser como lo inmediato indeterminado” - a una imagen original previa al repositorio de los recuerdos, a un pasado absoluto previo a toda la experiencia terrenal; la imagen es siempre repetida y repetible en el transcurso de una vida específica u otra –no es una imagen confiable en tanto que hace parte de la inmediatez de la existencia, pero la imagen original es esencialmente y probablemente irrepetible e inalcanzable, es una objetivación total de la vida. “La existencia, a diferencia de la esencia, no es confiable… La vida existe en modo de “relación”. No posee el Ser o la nada, pero existe en relación a ambos ”. En el sentido que esta existencia o lo que hacemos en ella no es confiable probablemente no podemos madurar nuestras actitudes demasiado, y tampoco tenemos acceso a nuestra esencia en términos cuantitativos –todo lo que ella puede hacer por nosotros es validar cualitativamente un momento específico de intuición o sentimiento como absolutamente verdadero o absolutamente falso, términos inaplicables al reflejo cotidiano de nuestras actividades. Es por ello que no me siento en la obligación de disculparme por mis muchas infracciones, y mi intención abarca más la esperanza y el deseo –“el deseo intelectual es como el deseo sexual ” de comprender una situación específica y validarla como experiencia humana; mi opinión es que todos los filósofos de nuestra época han hecho lo mismo. La inmediatez de tal situación me hace pensar con gracia secular que profeso una profunda admiración por la fragilidad de los vínculos humanos… El camino del contacto cotidiano del cual solo nos quedan imágenes vagas y con frecuencia irrepetibles, pasando por el contacto casual en el cual no alcanzamos la empatía sino meramente el reconocimiento del otro –y todas las personas específicas son los otros, el principio de alteridad de Levinas; y finalmente el vínculo humano que a través del amor libera al hombre de su soledad fundamental y le entrega el mundo para su deleite y su disfrute. En el vínculo humano entregamos libremente al mundo un objeto no concreto y nos convertimos en uno con el mundo, dejando de lado las imágenes originales esenciales. “…Cuando le digo a alguien “te amo”, mi emoción se vuelve externa a mí mismo, se deja libre para entrar en la individualidad de otra persona, y puede transformar su curso en el futuro (sin importar si ese amor es aceptado o no) y al mismo tiempo transforma mi propia individualidad. Un amor específico (con contenido específico moral y emocional, con actitudes específicas y comportamientos) está relacionado a un orden del mundo objetivado, a las convenciones eróticas de la época, sus expectativas emocionales, etc. ” Los vínculos humanos al mismo tiempo destruyen el tejido del mundo, y la pregunta que me aturde es que si el amor es la fuerza socializadora por experiencia, la que nos entrega el mundo, y al mismo tiempo destruye el mundo del presente –el presente del mundo y en el que tenemos que vivir y en el cual encontramos nuestra morada temporal condicionada por la posible e ineludible muerte funciona bajo el principio de mutabilidad, mientras que la imagen previa a la experiencia concreta creada por el vínculo humano es esencial y eterna, estamos condenados al recuerdo indeterminado y nunca concretado de tal imagen. Realmente no tengo una interpretación posible que pueda salvar al vínculo humano en lo social o en lo privado sin entregarme totalmente a lo trascendental y al pesimismo cultural, o a lo trágico de la soledad fundamental –“Mi pesimismo es escandalosamente frívolo, ahora lo percibo con claridad: el hecho de retroceder se vuelve trágico; establecer mis propias limitaciones por mera pereza; decir que así las cosas no pueden seguir –solo para que así me pueda ir a dormir tranquilo, y por añadidura respetándome a mi mismo por tan sincera y profunda auto-consideración. ” Pero como dicen los Rabinos, cuando un judío no conoce la respuesta a una pregunta siempre puede contar una historia.
“Mil faltas: censurar a los otros por mis propios vicios, convertir mis amistades en aventuras, pedir que el amor incluya (y excluya) todo. ” Cuando lo conocí, establecí aún sin estar consciente de ello, dos motivos paralelos, el de la creación de un personaje y el de una vivencia cotidiana transformada en universal. Es un asunto de esencia: La legitimidad del vínculo humano reside en reconocerse con otra persona en asuntos no concretos, y para un autor no existe manera alguna de separar su acto creativo y su vida cotidiana, cuidándose siempre del peor pecado estético al que aduce Lessing –que no hay nada más fácil que representar que los extremos , por eso el pintor de la escena en la que Penteo es sensualmente devorado por su madre logrará su reflejo auténtico solamente si logra capturar el momento justo antes de ser devorado cuando los ojos de la madre son todavía amorosos y llenos de gracia. Un momento después el héroe ya estará muerto y la secuencia temporal del cuadro perderá toda capacidad de evocación. Esto me remonta a una conversación con Guadalupe sobre la pintura de Edward Hopper, el expresionista abstracto americano, cuya magia reside no en la duración de una imagen como era el caso del impresionismo francés en la que la imagen era un comentario constante a la realidad sino en la anatomía del segundo, es un momento mesiánico en el que se evita a todo costo la destrucción del presente incluso si es al precio de una soledad radical, y esta no es una soledad escogida como la del asceta o el filósofo sino una soledad impuesta con un motivo emocional negativo y una gran dificultad para hombres y mujeres en su cotidianidad.

Durante aquellos cortos momentos, horas suspendidas, en la sala de espera del vínculo humano, hubo un gran fervor y deseo en mí de aferrarme a algunas imágenes específicas que compartimos, un deseo de esencializar la imagen y remontarla a un presente absoluto. La espera humana de la intersubjetividad es siempre concreta y constante pero se refiere a algo que nunca se puede concretar, la espera es una necesidad radical que no se puede satisfacer sin trascender estructuras sociales existentes, la necesidad radical no puede ser objetivizada dentro de un índice temporal concreto o ser utilizada para restarle legitimidad a necesidades humanas cotidianas, es una necesidad constante y nunca inmanente. “Creo que aquí está la causa de la debâcle: no sólo como estudioso soy más débil de lo que pensaba –aunque esto también es posible y aun probable –sino como persona. Me hace falta algo. Me hacen falta personas –incluso necesito calor. Y el calor es algo que se genera en mí con tanta dificultad (contrariamente a la facilidad con que entablo una conversación o empiezo con cualquiera una relación superficialmente íntima) que es prácticamente imposible conseguirlo. Y lo echo de menos. No es verdad lo que voy repitiendo desde hace años: que no necesito a nadie, que puedo vivir en cualquier parte. No creo que pudiera. La cuestión es esta: ¿se podría aprovechar el malestar que siento para incrementar mi productividad? Me temo que no. Y con esto quedaría definitivamente pronunciado el veredicto. Sólo hay una cosa que no entiendo: ¿por qué me sobraban aquí Baumgarten y Leo? ¿Por qué no me ha importado que se fueran? Incluso –allá en lo hondo- hasta me he alegrado de su marcha. En realidad no son ellos a quienes estoy echando de menos. Ni tampoco a alguien determinado. Algo inconcreto. El calor. Parece que soy hasta tal punto cínico que ese calor podría venir de no importa quién. Pero algo me falta para que esto pueda realizarse; quizás que no me mostrara indiferente sólo en el sentido metafísico en lo que atañe a dónde vivo y con quienes, sino también en la realidad empírica. Pero así están ahora las cosas: en el sentido metafísico soy absolutamente desleal, apátrida, etc.; sin embargo en la realidad soy leal y apegado a la tierra. Desde luego-porque en sus relaciones externas toda persona actúa con la esencia metafísica de su ser (está bien expresado: ens realissimum) –todo el mundo se comporta conmigo como si fuera desleal; mientras en la realidad soy un enamorado leal y desdichado… ”.
Lo más radical en el cuadro de Hopper y la razón por la cual retorné a Lukács (a él me referiré en específico más adelante) en mi opinión es precisamente ese silencio, y el silencio de la intersubjetividad es siempre angustioso pero a pesar todo he logrado obtener de esas imágenes aisladas y casi alienadas de las cuales han surgido grandes ideas, y en ese sentido usted permanece para mí como un motivo estético constante, a pesar del silencio y de las vicisitudes. Empecé entonces a cuestionarme acerca de la naturaleza y efecto de su ausencia y silencio en mi vida cotidiana y el flujo entre alterar el futuro a través de la imaginación (de acuerdo a Kant la única facultad que nos puede conducir a juicios auténticos) para destruir el presente y conservar el momento Hopperiano –a la vez solitario y reparador, y mi pregunta sobre el amor en lo público y lo privado surgió a raíz de darme cuenta que su ausencia era un peso en mi cotidianidad únicamente cuando me encontraba con otras personas con las que usted pudiera ser un referente inmediato. En mi soledad, hacía parte de la comunidad imaginaria de amigos, filósofos vivos y muertos y otras experiencias siempre presentes a lo largo del trabajo y que constituían el único público aceptable de mis investigaciones. Los únicos testigos invisibles de mi creación. La pregunta tampoco halló respuesta pero el motivo estético permaneció indeleble. “Te has convertido en el motivo eterno de todos mis cuadros ”. La vivencia cotidiana se encontraba suspendida definitivamente por la ausencia de imágenes complementarias, y por el deseo frustrado de saber más, de entrar al fenómeno acústico del diálogo, del cual repentinamente fui privado; las imágenes y los cuerpos tomaron un color sepia y luego desparecieron, realmente ya no recuerdo nada sobre usted, solamente recuerdo haber capturado un solo momento repetido tal vez tres o cuatro veces sin simultaneidad alguna. Solamente ha permanecido lo no concreto, la soledad radical del cuadro de Hopper, y todo el mundo construido alrededor de aquel diálogo imposible se ha esfumado sin dejar rastros, ninguna carta o conversación específica; tal vez un diálogo indirecto conducido a través de otros canales y personas. No ha sido esto el producto de la mentira, porque incluso estéticamente la mentira es falsa, sino la ausencia de un diálogo auténtico en el que los canales del vínculo humano puedan ya sea dejarse temporalmente abiertos o cerrarse definitivamente.
Aun así me desagrada en cierta manera que sea un motivo estético y no lo suficientemente concreto- esto ya es en sí una contradicción; y eso lo ilustraré con una historia comentada: En una entrevista del año 1.964 le preguntaron a Hannah Arendt acerca de su decisión de estudiar filosofía y ella explicó que la decisión era clara desde los 14 años y la experiencia de haber leído a Kant, Jaspers y Kierkegaard; no era una decisión de simplemente escoger una carrera sino una entre estudiar filosofía y entender o arrojarse a un rio. Todos aquellos que hemos pasado por el camino de la filosofía decididamente nos hemos abstenido de arrojarnos al rio, pero aun durante y después de la filosofía (probablemente no hay un después y el antes lo omití por obligación –“un hombre de sesenta años debe tener muchas cosas que contar acerca de su vida, pero si ha sido un filósofo toda su vida se da cuenta con asombro que no tiene pasado ”- pues todos los momentos del pensamiento son presentes) uno se da cuenta que no ha entendido nada y aconseja a los demás con cierta prudencia arrogante que los más conveniente hubiera sido arrojarse al rio. Dos amigos de conversaciones intelectuales me mostraron durante la semana pasada un camino diferente; aquel en el que la persona misma se transforma en el rio pero finalmente es una aventura peligrosa porque al escoger el rio confundimos lo bello con lo estético y nos ahogamos porque la única consolación de la estética es la orientación hacia la muerte propia. El salto decisionista al rio debe ser de carácter moral, pues no existe la consciencia colectiva y cada persona debe decidir individualmente, el salto moral es la única manera para hallar reconciliación y no solamente consuelo, en haber vivido nuestras propias vidas. Ese silencio es una forma de soledad auto impuesta, y probablemente de cobardía también y de manera bilateral. Cuando negamos la trascendencia de aquellos momentos recortados de la realidad misma, seguimos el principio de los modernos de ser totalmente incapaces de trascender el presente. En ese sentido todas las experiencias fundamentales: nacimiento, libertad, amor, muerte, dolor; se convierten en imágenes inalcanzables a la experiencia y por consiguiente reemplazamos la totalidad de la experiencia por “estados de ánimo” –el presente es así emocionalmente abstracto y sensorialmente vacío. La modernidad incumplió su promesa fundamental: Aquella de crear un mundo enteramente humano a independiente de las fuerzas naturales y de Dios por medio de trascender totalmente la fragilidad de los vínculos humanos. Si negamos ese valor trascendente al acusarlo de frívolo y demasiado intelectual, “Vivo en un retraimiento frívolo, concentrándome en problemas exclusivamente intelectuales –y espero un milagro. Pero todo resulta vacío e intelectual: una premonición espiritual y no una espera abnegada y humilde. Por esto tampoco puede llegar el milagro. Siento que toda esa situación es solamente una tentativa de permanecer en lo inesencial, porque no sería capaz de vencer la desesperación que seguiría. ” nos referimos ya aquí a una noción diferente de la espera de intersubjetividad en la que la derrota es un hecho ineludible, “Quiero ser capaz de estar sola, de que me parezca reparador; no una mera espera ”. Esta soledad puede parecer en realidad demasiado frívola y narcisista, hemos seguido aquí a Sartre: las puertas del mundo se encuentran cerradas desde el principio, no hay alternativas, nada es viable y todo está por definición perdido; hemos creado el mundo desde la perspectiva unilateral de su finalidad y esto ya es una idea demasiado cristiana para mi gusto.
En las antinomias de la melancolía nos liberamos, pero no nos redimimos y realmente esta falta de concreción del objeto de búsqueda nos aísla por completo de todos los demás humanos, somos incapaces de crear lazos fuertes con el mundo –lo suficientemente fuertes para pasar por el mundo y luego salir de él para volver a entrar nuevamente; así fue que empecé a indagar sobre las posibilidades de una política radical y todas las utopías occidentales que en su aplicación en masse han resultado siempre en grandes tragedias –hombres cotidianos obligados a ser felices y libres por su propia voluntad –he aquí mi relación con Lukács y Benjamin. Probablemente la negación al sentido trágico de la individualidad radical en su relación con otros proviene de una angustia frívola también, pero cómica: Queremos permanecer solos en el infierno con la necesidad radical de la no redención, del querer estar solos pero sin esperar, sin esperanza “De la manera que Kafka lo pone, la esperanza es infinita, pero no para nosotros. Esta afirmación a Max Brod realmente contiene toda la esperanza de Kafka; es la fuente de su radiante serenidad ”. Cuando el individuo radical internaliza el infierno (que es básicamente la tierra, o la vida terrenal en la que ya no se espera –el mundo de Kafka) no se admiten compañeros de cuarto; esto lo viví yo mismo con cierta gracia irónica hace poco en compañía de algún otro personaje no inventado. Cuando una persona se arroja al rio (y especialmente cuando su motivo es negativo, es decir, meramente estético) y se entrega a lo sublime, a la experiencia directa y trágica en el sentido clásico –en el mundo previo a las palabras del dios único, el tener un compañero de habitación en ese hotel del mundo se convierte en aceptar la trivialidad del propio experimento o también en el aceptar que uno ha fallado siendo víctima de su propio invento, “el punto de Arquímedes: le fue permitido encontrarlo solo bajo la condición que lo usara en contra de sí mismo ”. La búsqueda de la transformación es legítima pero probablemente inútil fuera del agregado de todos los modos de reproducción y representación social que llamamos vida cotidiana –esto es inevitable pero como paradoja retiene cierta fuerza como recuerdo. El reflejo cotidiano –es decir, la orientación hacia lo no-extremo, en la estética de Lukács es un paso adelante en el retorno a lo concreto, algo que obviamente el propio Lukács nunca pudo experimentar en su propia vida. “De manera que, al parecer la alienación de Lukács del mundo no se debía exclusivamente al fracaso de sus relaciones con el mundo, sino que era constante aun a pesar de su gran éxito. Lukács percibía la relación ideal como una entre dos individuos que proviene no solamente del reconocimiento de las capacidades del otro en su respectivo mundo de vida –poesía, teatro, música, filosofía, etc. –sino que también se originaba a partir de una noción muy metafísica de apertura mutua. Aun así la satisfacción de Lukács con frecuencia se congelaba cuando su ideal no era afirmado en el transcurso de una relación particular. El joven Lukács con frecuencia complicaba estas relaciones al elevar a sus amigos a posiciones de estatura por encima de él mismo. Un ciclo muy claro de sobre-valoración y eventual decepción se puede encontrar en casi todas sus relaciones personales como aparece evidenciado en sus diarios y cartas ”.

Con todas estas consideraciones en base a las cuales no puedo emitir juicio alguno sea ya por ignorancia o pereza, aún me considero afortunado de nuestro breve encuentro, ha servido de puente para regresar al mundo, incluso si la casualidad de tal fortuna no sea compartida, eso es irrelevante al trabajo aquí realizado, a la semilla cultivada. Más allá del motivo estético nos encontramos navegando en la oscuridad, pero la afirmación misma del indeseable compañero de juegos en las areneras del mundo privado y selecto permanece también indeleble. Regreso a Hopper para así poder partir incondicionalmente, el silencio no lo devasta todo aunque si convierte las imágenes del cuadro en algo secundario –es como tener un cuadro habiendo perdido el lienzo pero conservando todo el mundo conceptual, el de antes y después de la creación. De la misma manera que uno escoge el rio o la persona rio, así se escoge la filosofía, o el amigo, la decisión es lo fundamental. Se pueden aprender mil cosas, aprender a escribir e incluso olvidar, pero cuando siempre se retorna al pensamiento no es simplemente un ejercicio intelectual, es una elección concreta en base a la cual nada cambia nunca –igual que la imagen esencial del no concreto aquel. No existe cuantificación alguna aquí, pues al dejarse tocar por el reflejo cotidiano y luego por el silencioso momento robado, adviene un cambio cualitativo, ya sea que se rescate el presente o la personalidad, el futuro y el pasado absolutos e inmediatos del presente aquel habrá ya cambiado para siempre. La historia personal al igual que la de la filosofía nunca puede ser vista como la acumulación de errores pasados –eso sería convertir la experiencia y la sabiduría en un proceso de reciclaje. Probablemente es la verdad, no como un agregado de argumentos, sino como un esfuerzo singular y común lo que puede salvar el momento estético de la muerte y transformarlo. La transformación va más allá de los intereses, concierne a la totalidad de la persona. No me parece que la melancolía de Lukács sea realmente contradictoria o perjudicial; es el testimonio de un esfuerzo integral y honesto que acepta la paradoja y no se niega a la espera –la fundamenta por el contrario, en todo contacto humano. Eso es precisamente todo lo que pude aprender de usted y todo lo que recuerdo: Negarse a esperar en función de una forma más elevada y menos restringida y menos mutable es una decisión sin duda valiente y típica del héroe trágico griego, pero vacía de contenido en el sentido que no es una espera ansiosa: es simplemente el carril lento de los procesos biológicos. Todo contacto humano a través del cual dejamos de estar solos con nuestros pensamientos, es una posibilidad de fundamentar la radical espera en cualquier persona sin importar las consecuencias –ya hemos externalizado el vínculo. Este es un fundamento necesariamente mediocre y absolutamente contingente, ya que involucra algo de la resignación poética de Susan Sontag, pero es esta resignación lo que nos devuelve el mundo y no permite que los vínculos humanos lo destruyan por completo ya que conservamos la referencia inmediata hacia el fracaso de todo vínculo humano. Aquellas personas que no podemos ingresar a las filas del mundo histórico porque no venimos al mundo a construir un hogar o a entregarle un hijo al mundo como conciliación entre la biología y la existencia, necesariamente permanecemos alienados en vínculos que siempre van a fluctuar entre lo erótico y lo no concreto, pues la vida como tal es imposible de objetivar o de concretar terrenalmente en esta situación. Es por eso que el proyecto de Lukács siempre frustrado, de conciliar la forma con el alma, representa el más sublime de los esfuerzos humanos, pero sin embargo debemos dejarlo de lado, porque la melancolía de Lukács sin la risa de Sontag –esa libertad de poder reírse incluso del buen dios, es la condena del aburrimiento eterno y una orientación inequívoca hacia la muerte. Esa risa, cuando compartida, es la forma más radical de transformación –en ella nos conservamos a nosotros mismos en fragmentos, a medias, y esos fragmentos nos salvan de la angustia de una imagen siempre irrepetible y al devolvernos el mundo, nos entregan una existencia temporal e incompleta, pero irremediablemente soportable. No es más sino esto, todo lo que traté de decirle mientras que todo se hundía en el silencio imposible de la reconciliación solitaria.


Ari Akermann-Amaya
Bogotá, Agosto de 2009

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