Tuesday, August 11, 2009

Dos Fragmentos de Hermenéutica

Para María Clara...

"Los primeros años"(*)
Masha Káleko, 1.947 (Berlín)

"Expuesta...
Navego en la lejanía
Navego hacia la orilla
En un bote de la noche.

En una nube
Me protejo de la lluvia
Y en una colina de arena
Me escondo de un viento furioso.

No se puede depender de nada,
Únicamente del milagro.
Y comer los frutos maduros del anhelo.
Y beber las aguas de la sed,
La sed de la fuerza...

Como un forastero... en letargo ante lugares inalcanzables.
Me congelo a través de años oscuros.
Y en el camino a casa
Escojo el amor para mi".

I

...Recordé anoche a Sabina, la pintora suiza, la recordé a través de los ojos de otra pintora, "Es extraño pensar que podemos recordar cosas que aún no sabiamos(1)", yo la conocí en un libro cuando era todavía un adolescente, y años más tarde la reconocí, reconocí a Sabina cuando ya la había olvidado casi. Sabina trabajaba sobre la base de una teoría muy particular sobre los sentimientos; algunas personas podían ser ellas mismas con todo el mundo, y otros solamente con aquellos que amaban, pero Sabina creía que ella podía ser ella misma solamente con ella misma, y a veces, nisiquiera. Su camino por el mundo estaba determinado por la muerte, pero no por una muerte cualquiera, no es una muerte metafísica, ni tampoco una muerte de escritor... No era una muerte que se moría, sino en la que uno se imaginaba enterrado, como si uno todavía se pudiera reir después de morir... La muerte propia era una carcajada desgarradora, y tal vez esa fue la soberbia del Rey David -dice una leyenda hebrea que él era el único ser humano a quien le fue anunciado el día de su muerte, se iba a morir en Shabbat, pero el Rey David sabía que el ángel de la muerte no se podía llevar a un judío en el Shabbat durante el estudio de la Torá, así que no separó sus ojos del libro sagrado durante todo el día, pero el ángel de la muerte se enfureció y empezó a agitar los árboles alrededor, y el Rey David salió de su morada para poder concentrarse, sin dejar el libro ni siquiera mientras caminaba; el Rey David se tropezó y en ese momento dejó de mirar el libro por un instante, durante el cual el ángel de la muerte se llevó su alma(2). Me gustaria pensar que él se tropezó no con una piedrecita, porque entonces sonaría como un cuento de borrachos, me gustaría pensar que se tropezó con la raíz de un árbol, y aún más, que se tropezó con la raíz del árbol de la ciencia. Pobre David. El consejo celestial, ese mismo que establecería el Reino de Dios en la tierra con la ayuda de Lenin y Stalin, había decretado que la construcción del Templo no se podría retardar ni un solo día, y que ya era hora que David entrgara el Reino a su hijo Salomón, en un giro inesperado, finalmente la Providencia Divina se entregó al afán y la angustía. Pero Sabina carecía de tal soberbia, y por eso no le interesaba el Reino de Dios, ni tampoco le interesaba responder las cartas del hijo de Tomás; y mucho menos le interesaba la muerte metafísica del hijo de Stalin, que murió en el momento justo antes de su propio suicidio por haberse rehusado a limpiar su propia mierda en el campo de detención alemán; y el asunto del Reino de Dios me recuerda también que Sabina tampoco era suiza, era checa, educada en el realismo comunista, que cosa podría ser más estupida que un regimen totalitario donde se toleraba el arte y no solo se toleraba, sino que también se había convertido en uno de los elementos claves de la línea del partido.

Sabina odiaba las películas comunistas, únicamente porque todos los finales eran felices y ella pensaba que había allí una gran traición al arte, especialmente al arte moderno, e incluso era tan radical su disgusto que prefería la vida real del comunismo, donde se comía mierda, y la mierda te la llevaban a domicilio, así que no era necesario buscarla ni encontrarla, y Sabina prefería todo eso a las fantasías comunistas. Había algo real y profundamente humano en los domicilios del partido comunista, que estaba totalmente ausente en las películas. La ausencia de las antinomías de la libertad, en las que eramos obligados a ser felices porque no eramos capaces de hacerlo por nuestra propia cuenta; el Reino de Dios no se podía demorar un día más, lo mismo pensaron los primeros lectores de Marx, eso si, desde la comoda situación de la universidad alemana, y probablemente aquellos que fueron salvados en contra de su propia voluntad, hubieran preferido siempre buscar y encontrar la mierda, a la monotonía de los domicilios. Probablemente así se siente la eternidad. Cuando conocí a Sabina, ella era mucho más jóven que la pintora checa, pero la reconocí por la picardía de su elegancia, por la seriedad sobria y aguda de su sentido del humor y aún más, porque no tenía miedo a la muerte sino a la vida, la alternativa romántica le parecía demasiado fácil y la moderna, demasiado mendiga. Pero nunca nadie había visto a Sabina, ni tampoco había leído sus cartas, "yo vine a Jerusalem, únicamente para conocerte", eso dijo la última vez que la ví. Hasta anoche, cuando la ví de nuevo en las palabras de otra pintora, incluso más que jóven que la propia Sabina actual. Y no era como ver a Sabina de nuevo, porque esa Sabina era una falsa copía de lo que vería más adelante, sino era más bien como saber que las dos Sabinas eran mas fuertes que la imagen original, era como si ellas fueran la imagen verdadera que finalmente terminó por falsificar a la original.

(*) Mi propia traducción.
(1) "Strange, Strangers", cuento corto, Agosto de 2005.
(2) Talmud Babilonio, Tratado "Brajot".


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