Saturday, August 08, 2009

"¿Dónde estamos en casa?" Sobre necesidades radicales y antinomías (Parte I)

Para María Clara, David y Santiago
"Lo único que cuenta es ser total y absolutamente del presente"-Karl Jaspers

Asociación con Ágnes Heller

PARTE I
Consideraciones Generales: Lo Romántico y lo Posmoderno

"¿Dónde estamos en casa? Cada uno de nosotros en el mundo de nuestro destino autoescogido y compartido." Á. Heller, "Where are we home?", Thesis 11, No. 41, 1.995

En esta ocasión me referiré a un texto de Ágnes Heller publicado en 1.995 en una revista filosófica y con cuya última frase he decidido encabezar este ensayo, como si a manera de conclusión básica o principio fundamental en base al cual construir un argumento -nada podría estar más lejos de mi intención, y me guiaré tanto por la estructura de argumentos filosóficos contemporáneos como por las experiencias personales, cotidianas, genéricas o históricas, propias y de otros, ciudadanos del espíritu de la época con quienes he tenido la posibilidad, y a veces la imposibilidad, de compartir estas experiencias desde una perspectiva prevía a la reflexión propia de los filósofos, sin embargo mediadas por la estrechez de los vínculos humanos y de la comunidad imaginaria que en cualquier lugar del mundo comparte los mismos relatos acerca de su experiencia fundamental del mundo. La pregunta "dónde estamos en casa?" no constituye una de las eternas preguntas de la vida heredadas a la hermenéutica por la metafísica, y si pudieramos localizarla temporalmente se habría planteado más que nunca durante el periodo Romántico y en el curso de lo que vagamente se llama hoy posmodernidad, mediado por el claroscuro del periodo en el interín, las promesas incumplidas de la modernidad junto a un arreglo social completamente nuevo, la mayor revolución política de la historia al lado de los fracasos sociales y humanos de una "politique pour la politique", etc.

Ambos momentos históricos tienen una periodización que diriamos es erronea, pues ni el Romanticismo ni la Posmodernidad corresponden a movimientos intelectuales o culturales con un contenido específico, se encuentran diluídos en una tendencia historicista nacida con las ciencias sociales y asociada a nociones de progreso, en la que se "agrupan" momentos históricos unos encima de los otros con el mismo optimismo con el que se cuantifican grupos étnicos en extinción, en algun lugar remoto del globo con sombreros exploradores, teléfonos satelitales y computadores portátiles.La cuantificación histórica es un proceso de acumulación similar al reciclaje, y con esto no trato de decir que había instintos ecológicos en la filosofía de Hegel, sino que el método sigue un proceso similar al de la acumulación de capital en las diversas estructuras y fenómenos que llamamos "Capitalismo"; este reciclaje es un proceso y un ideal negativo -igual que el análisis dialéctico, y cuyos límites concretos nunca existieron. La acumulación no puede conservar la idiosincracia de elementos particulares pues su objetivación es siempre la totalidad del concepto, una figura genérica que puede ser interpretada y experimentada por todos los ciudadanos del tiempo este u otro, lo que en tiempos pre-modernos conocimos como "sistema". En este sentido, mi contención es que los momentos históricos son cualitativos, pues no simplemente "agregan" conocimiento a la experiencia del mundo sino que transforman, a veces con singularidad radical, el espacio invisible del presente orientando el conocimiento del pasado y la expectativa del futuro, "Podemos bien estar parados en uno de esos momentos decisivos de la historia que separan unas eras de las otras. Para los contemporáneos involucrados, como estamos nosotros, en las exigencias inexorables de la vida cotidiana, las líneas divisorias entre una era y la otra se tornan difíciles de ver cuando son cruzadas, es solo una vez que son cruzadas que las líneas se convierten en muros de concreto e irremediablemente cierran los canales del pasado"(1).

Una de las preguntas más importantes del movimiento Romántico fue, si era posible de alguna manera para el hombre encontrar su hogar en el mundo; y fue así mismo una pregunta que se formuló con singular intensidad mucho antes de que el pensamiento europeo se declarara en alerta por haber perdido su hogar en la Europa continental -el caso de Inglaterra fue muy diferente, acompañado de las grandes expediciones marítimas y la filosofía utilitarista. La nostalgia del hogar con su máximo representante en Novalis, circuló por el mundo de las letras simultáneamente con otros grandes momentos históricos como la Reforma, el descubrimiento del tiempo secular y la revolución científica que hizo temblar no simplemente la tradición occidental de filosofía y teología (que se vino abajo unos siglos más adelante) sino el concepto mismo de Europa: Los intelectuales, al igual que durante el humanismo renacentista, empezaron a mirar hacia la Grecia clásica no solamente como fuente de inspiración sino también como "topos" predilecto de la imagen universal del hombre -esta aspiración clásica no se limitaba a la imitación de obras de arte, sino que se extendía a los conceptos ideales de morales, belleza, carácter y obviamente, a las instituciones políticas. Esto no es nada nuevo, pero se torna paradójico al haber olvidado que la fundación de Europa no como una comunidad de pueblos sino como un concepto histórico-político con planes expansionistas y una fe universal, se remonta a la Edad Media con el triunfo de la Iglesia Católica y las teologías políticas de San Agustín y Santo Tomás de Aquinas; esta Europa constituía "el mundo" y de mano de la teología este mundo más alla de la comunidad "concertada" de la polis, era un puente instrumental entre el Estado y la Salvación. Los trabajos filosóficos e históricos de los griegos se conocieron a través de las traducciones árabes y se integraron en la escolástica tradicional siguiendo los rigurosos métodos de la metafísica cristiana.

El retorno a Grecia no significó el abandono del Cristianismo sino más bien la erosión causada inicialmente por la Reforma, entre los principios de autoridad y la orientación de la tradición; se buscó en Grecia una fuente aún "más antigua" de autoridad basada exclusivamente en la razón. La nostalgia del hogar está ligada a ciertas actitudes respecto a la experiencia del tiempo en terminos universales; por ejemplo no aparece por ninguna parte en el teatro barroco o en la producción literaria de Shakespeare, pero retoma con singular fuerza durante el Romanticismo una pregunta esencialmente cristiana sobre la utilidad del mundo: La comunidad cristiana es de acuerdo a Ernst Bloch, la comunidad de Dios en el futuro, eternamente insatisfecha con el presente; en este sentido, el mundo solamente tiene valor como puente, es un valle de lágrimas, el escenario de los sufrimientos del cristiano, un mundo que adquiere su valor solamente en su relación fortuita a la vida eterna y a la salvación, pero que no puede ofrecer ninguna de las dos, funciona únicamente como un aeropuerto o una estación de trenes. Esta experiencia es radicalmente distinta a la de Grecia, donde no existía la ansiedad frente a la muerte, el griego estaba en casa en el mundo de la polis y este mundo constituía la totalidad del universo y por ende era el topos único de la experiencia humana. Al mirar hacia Grecia el Romántico no abandonaba Europa, pero resolvía el problema del mundo, encontrando sus orígenes y su morada en una fuente de autoridad moral y legal prevía a la europea y por consiguiente trascendía los límites de la legitimidad propia más alla de las fuentes históricas, desarrollando una narrativa auténtica con referencia a un pasado absoluto.

Las grandes narrativas políticas de Alemania por ejemplo surgieron en medio de la conmoción romántica sobre el hogar perdido, y más adelante sobre su restitución, retomando simultáneamente dos cordones umbilicales, el de la tradición teológico-política cristiana con su misión universal en el tiempo y el de los políticos griegos con sus paradigmas de acción y libertad dentro del espacio concreto de la vida, estableciendo el destino auténtico del presente dentro de un marco espacio-temporal específico. El culto a la naturaleza y a la vida pastoral, la introducción del termino "orgánico" y "científico" en filosofía y la categoría de "necesidad" en el estudio filosófico de los procesos históricos (aunque ninguno de estos fenómenos es exclusivo del Romanticismo) terminaron por darle vida a estas narrativas; pero es muy probable que una vez perdida la noción del hogar sea imposible recuperarla como conciencia universal y sea necesario embarcarse en un proyecto humano mucho más ambicioso, y esto fue precisamente lo que Europa hizo. El hogar se vino abajo en el momento de su fundación. Pero la pregunta romántica como tal, ha perdido su validez en tanto que pregunta espiritual en general al ser una pregunta fundamentalmente política para el hombre contemporáneo; el no tener un hogar (diferente de una casa) ya no es una situación ontológica individual, es una situación concreta (dependiendo del tipo de hogar al que uno se refiera, cuestión que trataré más adelante) en la que retraerse del mundo para preguntar "¿dónde estamos en casa?" necesariamente implica la perdida de la experiencia cotidiana que es la condición sine que non de la historicidad del hombre moderno. Es una pregunta ambigua, por lo menos la que formulan los modernos, y no es una pregunta que pueda formularse ontológicamente pues la formulación misma requiere de un cierto tipo de actitud de reflexión hermenéutica, biográfica y temporal. Más allá del valor psicológico objetivo como pregunta terapéutica, es una pregunta que define en el nivel más básico, nuestra capacidad y no solo el mero potencial, de movernos en el mundo.

(1) Arendt, H. "Responsibility & Judgment", 2003, p.259.

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